

Un año hoy. Un año con sus 12 meses y cada uno con sus 30 días y cada día con sus 24 horas. Parece que ha pasado rápido, como casi todo lo que se ve desde la distancia, pero ha sido un año en el que ha habido mucho tiempo para acordarse de vosotros y teneros muy presentes.
Ha sido un año de recoloque. De recolocar nuestras vidas sabiendo que ya no estáis aquí con nosotros. De volver a caminar, como lo hacen los niños, dado tumbos porque nos resultaba doloroso caminar en esta vida sin vosotros a nuestro lado. Y esos 12 meses nos han ayudado a eso, a caminar de nuevo cada vez con el paso más firme, a volver a encontrar sentido a una vida sin vosotros rondando por aquí.
No nos lo habéis puesto fácil porque, como dice la madre de Armando, érais dos personas buenas y honestas, y con gente como vosotros se goza más de la vida. Así que llevamos un año intentando recolocar vuestra ausencia que tanto dolor nos ha dejado. Y lo estamos consiguiendo. Ya os imagino, con una sonrisa de oreja a oreja. Lo que sí nos habéis puesto muy fácil es que cuando os recordamos, nuestros sentimientos son siempre de amor, de agradecimiento, de admiración.
Hablaba ayer con Guille de que los momentos en los que nos juntamos todos son muy gratificantes y alentadores, porque nos animamos unos a otros o, al menos, nos desahogamos. Pero además, cada uno de nosotros tenemos nuestros momentos particulares con vosotros, momentos en los que se nos remueve todo. Momentos vuestros y nuestros. Cada uno lo estamos haciendo como podemos y sé que estáis orgullosos de ver cómo, tras los tropezones, estamos volviendo a caminar con determinación. Y también sé que cuando hagamos amago de caernos, ahí estarán vuestras manos para ayudarnos a que nuestro paso vuelva a ser firme.
Gracias, Alfonso, por la Amistad y, Armando, por el Amor.